
La oración a San Adrián, Santo mártir de Dios podemos realizarla todos los días para pedirle al Señor renovar nuestro amor y que nos ayude a mantenernos firmes en nuestra fe, a pesar de la adversidad.
Oración a San Adrián para renovar nuestra fe y esperanza
Oh, San Adrián, santo mártir de Dios, te doy gracias
y encomiendo tu oración, esa que hiciste con fervor
por todas las personas que están sufriendo en la tierra,
tú que conoces todo el daño y maldad de las personas,
por favor, llena mi corazón de fe, esperanza y de amor.
Se luz en la oscuridad y no permitas que me aleje de ti,
haz que mi corazón sea digno del amor de Dios Padre,
dame fortaleza para vivir en la gracia de nuestro Señor,
y ayúdame a vivir como lo dicta el Sagrado Evangelio.
Dios Todopoderoso, tú que llenaste de fe a San Adrián,
que le diste fortaleza y amor para no caer en tentación
para que pueda soportar las torturas de los herejes,
tú que le diste fe y convicción para morir en tu nombre
dame esa fortaleza para sobreponernos a los enemigos
y no permitas que las acciones de los demás me dañen.
Bendíceme con tu amor, esperanza, sabiduría y paz
para no caer en tentación y soportar todo lo malo.
Te pido, a través de la intersección de San Adrián, nos
permitas ser testigos de ese amor tan leal.
Confío en que escucharás mis plegarias.
Amén
Oración corta a San Adrián
Señor, tú que llenaste a San Adrián de celo apasionado
por aclamar tu amor en el corazón de tu hijo Jesucristo
y en el corazón de la Virgen María Santa madre de todos.
Tú que le diste la fortaleza para derramar su sangre,
soportar las torturas de los herejes y morir por amor
te pedimos, nos permitas también a nosotros vivir,
contemplar, anunciar y ser testigos de tu gran amor.
Te lo pedimos, por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén
¿Quién fue San Adrián y por qué se convirtió en Santo?
Adrián y Eubulo, visitaron a los cristianos de CEsarea durante la época de persecución del emperador Diocleciano. Sin embargo, los guardias no le permitieron el ingreso y los interrogaron. A pesar de que ambos conocían su destino si decían la verdad, no mintieron y les dijeron que habían ido a visitar a los cristianos, tal como lo habían planeado. Al escuchar estas palabras, los guardias los detuvieron y los llevaron ante Firmiliano, el gobernador de Palestina, quien ordenó que fueran azotados y desgarrados de las carnes por garfios para que los leones los atacaran fácilmente.
Dos días más tarde, mientras el pueblo celebrara las fiestas en honor a la diosa Fortuna, Adrián fue decapitado por orden del gobernador. Por su parte, Eubulo, optó por morir fiel a sus creencias en lugar de salvarse como le había prometido el juez a cambio de que sacrificara a los ídolos.